Al salirme de La Habana
de nadie me despedí;
sólo de un perrito chino
que venía detrás de mí.
El perro, como era chino,
un señor me lo compró
por un poco de dinero
y unas botas de charol.
Las botas se me rompieron
y el dinero se acabó.
¡Adiós, perro de mi vida!
¡Adiós, perro de mi amor!
Anónimo